Fun Home, de Alison Bechdel

Fun Home, de Alison Bechdel, es una de las grandes cimas de la historieta autobiográfica y una indispensable de la historieta a secas. Es de esas obras que abre caminos, que rompe las puertas del gueto y se puede encontrar en bibliotecas de neófitos junto a novelas de Paul Auster o García Márquez. Para muestra, vale mencionar que, además de recibir un millón de premios, el New York Times la puso primera en su lista de los mejores libros del 2006, año en que se publicó. Se merece todos esos honores, a mi criterio, porque es un trabajo titánico. Y digo trabajo en el sentido del arduo laburo, tanto físico (más de 200 páginas de detallados dibujos) como psicológico al que su autora se enfrentó para construir unas memorias de su infancia y su juventud marcadas, sobre todo, por la figura de su padre, un personaje fascinante que murió trágicamente a los cuarenta y pocos, en lo que Alison asegura que fue un suicidio encubierto.

La familia de Alison vivía en un pueblo chico de Pensilvania (Estados Unidos). Su padre era el dueño de la funeraria local, y de ahí el título de la obra, que es un juego de palabras: Fun Home es Funeral Home y “casa divertida”, dicho esto último con toda la ironía del mundo. El padre también era profesor de secundaria y un obseso de la decoración y restauración que jamás paraba de trabajar en el enorme caserón familiar de estilo gótico renacentista. Aunque, sin duda, el rasgo del señor Bechdel que con mayor peso gravitó en su vida, la de su hija y el resto de la familia (esposa y dos hijos varones) fue su homosexualidad (o bisexualidad, Alison no está segura) vivida a la antigua, adentro del armario. Eso y algunos episodios de pedofilia. “Parecía un marido y padre ideal”, dice Alison, “Pero un marido y padre ideal, ¿mantendría relaciones sexuales con chicos adolescentes?”. Cosa seria y densa. ¿Se entiende ahora a qué iba cuando hablaba de arduo laburo psicológico?

Si el trabajo del artista es meter el dedo en la llaga, propia y ajena, Alison Bechdel es una SEÑORA ARTISTA. Fun Home es un obra que transpira verdad y evita en todo momento caer en la sensiblería, la autocompasión y el morbo. La autora se analiza a sí misma, a su padre y a la familia desde una distancia casi científica, pero que al mismo tiempo no se siente fría (lo cual es muy llamativo, porque la frialdad es un rasgo de identidad que Alison le atribuye a sus progenitores y a su hogar en general). Ayudada por un diario que empezó a los diez años, Bechdel establece algunos mojones de su vida entre los que destacan la muerte de su padre y el descubrimiento de su propia homosexualidad. La narración va y viene, visitando y revisitando esos mojones, agregando capas, mirándolos desde diferentes puntos de vista. Es tan orgánica y absorbente la forma en que la historia se desarrolla que parece concebida de un tirón, en una noche, pero sé por entrevistas que Bechdel tardó siete largos años en construirla.

La narración está a cargo del texto. Es la voz (escrita) de Alison la que te lleva de la nariz. Tanto es así que Fun Home podría convertirse en prosa sin mayores problemas. Pero eso no quiere decir que la otra parte, la del dibujo, sea prescindible. El dibujo aporta, sobre todo, el ambiente que es vital en la experiencia inmersiva que la obra ofrece: los interiores hiperdecorados del caserón familiar, los fondos llenos de detalles que describen la forma en que la familia vivía, el pueblo, los pequeños gestos de los personajes. Bechdel no es una virtuosa del lápiz, pero es una esforzada trabajadora con un ojo clínico para lo significativo. Dibuja miradas cargadas de sentido como poca gente sabe hacerlo. La suma de todo lo dicho da como resultado una historieta abigarrada, densa en forma y contenido, que exige mucha atención pero te da a cambio una inyección de humanidad sin rebajar que, al menos a mí, me dejó extasiado.