
Contrato con Dios, publicada por el legendario Will Eisner en 1978, ostenta el título de ser la primera novela gráfica. Es algo muy pero muy discutido incluso en el interior de la propia industria del cómic norteamericano que la vio nacer. La verdad es que hay antecedentes a patadas, por todos los rincones del globo. Por ejemplo, el Eternauta de Oesterheld y Solano la precede largamente, y solo el hecho de haber sido publicada en episodios la deja, aparentemente, fuera de competencia (menos para la Wikipedia, ojo, que la da ganadora). Además, si lo anterior no fuera suficiente como para generar dudas, Contrato con Dios, el libro, está formado por tres historias, es decir que, en el mejor de los casos, sería un libro de cuentos gráficos. Will Eisner tiene fama de haber sido un gran vendedor, pero no de humo, por suerte, porque también era un gran maestro, que hizo escuela y dejó un legado inmenso.

Esta edición de Norma Editorial compila en realidad tres trabajos de Eisner, la trilogía de la Avenida Dropsie: Contrato con Dios (compuesto a su vez por tres historietas, como ya apunté), Ansia de vivir (1988) y La avenida Dropsie (1995). Todas las historias están situadas en el mismo barrio, que según el maestro explica en la introducción del volumen, viene a ser un trasunto del Bronx donde vivió de chico. Se nota mucho que hay vida detrás de estas historias, que son en su mayoría corales y están llenas de personajes entrañables, reconocibles, robustos, redondos, reales. Es dura la vida en la Avenida Dropsie, y esta gente apechuga con todo.

La historieta que menos me gustó fue justamente la que le da título al libro, Contrato con Dios. Eisner dice en la introducción que buscaba crear “una obra importante” y esa intención se deja ver en las páginas. Hay un solemnidad y una teatralidad que me resultó impostada, y hay también una voluntad de esconder que estamos leyendo una historieta. La narración avanza en páginas de una o dos viñetas apuntaladas por textos bastantes largos. Por no mencionar el tema elegido, claro, EL TEMA. Por suerte, todas estas cosas que me atrevo a criticarle al maestro descaradamente, comienzan a diluirse a partir de la siguiente historia, El Cantante callejero. En esas páginas, Eisner empieza a encontrar el tono, se suelta, se deja llevar. La Avenida Dropsie empieza a estar viva y lo que viene después son casi cuatrocientas páginas de gozo. Y una master class de historieta.

¿Qué pasa en la Avenida Dropsie? De todo. A través de las historias del barrio, de la gente, Eisner cuenta la historia de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX: el crack de 29, la pobreza, las guerras, los jipis, la segregación racial, los narcos, las constantes oleadas de inmigración que se van superponiendo e imprimiéndole al barrio su carácter. Todo, siempre visto desde la subjetividad de unos personajes primorosamente construidos. Eisner ama a esos personajes, a su gente, y logra transmitir el sentimiento. Al final de la lectura, vos también amás a los habitantes de la Avenida Dropsie y tenés la sensación de haber vivido con ellos mil penurias y alguna alegría.

Es imposible decir algo del dibujo y la técnica narrativa de Eisner que no se haya dicho. Él mismo desmenuzó todos sus secretos en dos libros sobre el oficio que son bibliografía obligada para cualquiera que quiera dedicarse a la historieta. Así que voy a terminar con una anécdota personal. Corría 1998. Un servidor y su amigo Feliciano García Zecchín (dibujante en construcción) pululaban por los pasillos de la San Diego Comic Con. De pronto, entre la gente, divisaron a un viejito pelado con anteojos. ¿Es él? ¿Puede ser él? Sí, sí, sí… ¡Es Will Eisner! Feliciano no dudó, abordó al maestro y le preguntó si podía mostrarle sus dibujos. Feli estaba buscando trabajo y llevaba bajo el brazo una carpeta con muestras para editores de superhéroes, aunque en realidad a él no le gustaba tanto ese género; ya estaba trabajando en una historieta llamada Taca Tac (IVREA/Casterman), protagonizada por un hombre que busca a su hija secuestrada por la dictadura. El maestro Eisner accedió al pedido amablemente. Miró las muestras de superhéroes mientras charlaba con Feli, y cuando se enteró que era argentino, le dijo: “Vos tenés que contar la historia de los desaparecidos”.