El último Zap Comix

Gran curiosidad sentí al encontrar este volumen en la biblioteca. Nunca había leído una Zap Comix pero conocía la teoría: la revista fue una cabecera fundacional y fundamental del underground estadounidense, creada a finales de los sesenta por Robert Crumb; un bombazo contracultural que detonó la cabeza de una generación de jovenzuelos (y de algunas jovenzuelas también, calculo, a pesar del olor a testículo sudado que el mundo cómic tenía en esa época). Imaginate, venías de leer Capitán América y de golpe te caía en las manos un artefacto creado por un supergrupo de jipis-pscicodélicos-iconoclastas-nihilistas llenito de sexo, drogas y rocanrol.

Este último número de Zap Comix, el 16, se publicó por primera vez en 2014, según leo en la red, dentro de una caja que recopila los diecisiete números de la revista (hay un número cero). Adentro tiene colaboraciones de los siete miembros originarios (Crumb, Shelton, Rodriguez, Moscoso, Williams, Wilson y el fallecido Mavrides), de Griffin (el “suplente” de Mavrides que entró 1991) y de Aline Komisnky, la pareja de Crumb, pionera también ella del cómic under con una larga trayectoria que desconozco por completo. Al material en sí, según un criterio absolutamente personal, voy a separarlo en dos grandes grupos: el que tiene intenciones narrativas o humorísticas y el que vaya a saber uno qué intenciones tiene.

En el primer grupo están los trabajos de Crumb-Kominsky, Shelton y Spain Rodriguez. Empecemos por la pareja estrella. Crumb y Kominsky firman varias planchas de una serie confesional que hacen a cuatro manos, dibujándose y escribiéndose cada cual a sí mismo. Son básicamente diálogos en los que discuten sin pelos en la legua temas como la infidelidad, sus preferencias sexuales, el botox, la vejez y la muerte. Los diálogos tienen gracia pero como historieta la propuesta me dejó un poco frío. Sin el dibujo, con los parlamentos presentados en prosa como un en una novela, poco cambiaría la experiencia de lectura. Crumb, por cierto, también firma algunas historietas en solitario, entre las que destacan dos páginas a color sobre un primera cita que sale bastante mal.

Spain Rodriguez, otro héroe del under (poco conocido en comparación con Crumb y Shelton), aporta dos historietas, una de diez y otra de dos páginas. La primera cuenta una confrontación entre bandas de motociclistas; es una narración lineal, clásica, bien llevada. Correcta. La segunda es una reflexión sobre la evolución de su barrio, que Spain hace mientras camina por calles que ha visto cambiar con el tiempo. No había leído nada de este autor previamente y me dejó un buen sabor de boca, más allá de que su estilo de dibujo no acaba de entrarme del todo.

Lo que aporta Gilbert Shelton fue lo que más me gustó del volumen. No hay sorpresas. Son dos historietas de personajes con los que viene trabajando hace tiempo: Wonder Wart-Hog (Superserdo, en la traducción) y los famosísimos Freak Brothers. Ambas manejan un registro de humor irreverente, algo salvaje, y son muy divertidas. Como curiosidad, la historieta de Wonder Wart-Hog está a color, siendo Shelton un autor que en general uno se encuentra en blanco y negro.

Para poder decir algo sobre los trabajos del resto del equipo (Moscoso, Williams, Wilson, Mavrides y Griffin), que a veces son historietas y otras veces solo ilustraciones, siento que me falta algo y sospecho que es la perspectiva generacional. No tengo el lente adecuado para mirarlos y simplemente no los entendí. Me parecieron herméticos. Y hablando de hermetismos, el volumen incluye también un par de jams o cadáveres exquisitos, historietas en las que participan todos los autores y que son prácticamente ilegibles. En fin… que para saber por qué Zap Comix es Zap Comix me parece que va a ser mejor empezar por el número uno.

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